Hoja de ruta sobre la energía.

En un mundo racional donde la política asumiera la realidad del largo plazo, el ahorro energético y la dependencia del petróleo podrían ser tratados en profundidad y con grandes posibilidades de contundentes mejoras.


Parte de la solución está en consumir menos, es decir, mejorar nuestra eficiencia en el consumo. Pero la solución completa no cabe en un mensaje corto, ni es de fácil inserción en este mundo demagógico de consignas y eslóganes al que nos han acostumbrado.

Adquirir datos exentos de tendencias a favor o en contra de cualquier cosa, es cuanto menos difícil y muy laborioso. El enfoque actual sobre la problemática energética se basa en su generación, con un complejo repertorio de procedencias y orígenes pero usando variables a menudo no homogéneas. Las diversas clasificaciones de consumo derivan en estadísticas de utilidad en su mayoría faltas de un enfoque global.

Seamos valientes y rompamos moldes. Reconozcamos que la actual evolución y expansión del bienestar humano depende directamente de la disponibilidad de energía. No es el único factor, pero es sin duda uno de los imprescindibles. Una de las más contundentes diferencias entre el primer y demás mundos es justamente dicha disponibilidad. Los medios utilizados para alcanzar las actuales cotas de bienestar por el primer mundo quieren ahora ser limitados o simplemente negados al mundo en desarrollo. El egoísmo hipócrita que usa el mundo desarrollado para limitar el crecimiento global, no es sostenible. Debemos rectificar el uso de los medios de producción y consumo energético para hacerlos sostenibles y extensivos a toda la población mundial. Debemos buscar fórmulas para que la disponibilidad de energía para la raza humana sea un bien universal y creciente.

Actualmente, solo el 20% de la energía consumida a nivel mundial es eléctrica. Se estima que la producción de dicha energía por combustión de hidrocarburos supera largamente el 50%. Por tanto el 90% de la producción y consumo energéticos son emisores de gases de efecto invernadero. El progreso, tal y como lo entendemos, no puede seguir dentro de los parámetros actuales.

Clasificando los elementos de consumo de energía en móviles e inmóviles, es fácil llegar a la conclusión de que cualquier instalación inmóvil, puede ser conectada a una red de suministro eléctrico y eliminar absolutamente todo consumo de hidrocarburos en ella. De los elementos móviles, algunos como trenes, tranvías, metros, coches y motos eléctricos, pueden consumir exclusivamente electricidad, sea vía catenaria o acumulándola en baterías para luego consumirla. Los sistemas de propulsión híbridos de recarga doméstica y el desarrollo de la pila de combustible basada en el hidrógeno deberían ir sustituyendo en el tránsito privado, los sistemas basados en la exclusiva combustión de hidrocarburos. El transporte rodado público y privado de gran tonelaje debería reducirse progresivamente a favor de trenes y transportes cuya propulsión fuera exclusivamente eléctrica. Los barcos podrían incorporar la tecnología del hidrógeno y dejar de manchar los océanos. La electricidad y el hidrógeno configuran el ámbito limpio y seguro que todos deseamos.

Los aviones tienen pocas expectativas de dejar de depender de los hidrocarburos a medio plazo. Las tecnologías sustitutivas actualmente en estudio están aún muy lejos de poder mostrarse como alternativa real a la turbina de queroseno. Tomados de forma aislada, son una parte realmente menor del problema y por tanto asumible en el medio- largo plazo.

Las tecnologías del hidrógeno deben diversificarse y producirse en masa tanto en las vertientes de motores químicos (células de combustible) como termo-mecánicos. El desarrollo de nuevos y mejores catalizadores de partículas metálicas será sin duda elemento fundamental para la evolución de estas tecnologías.

En este marco ideal, que bien podría configurar la hoja de ruta de una futura distribución de consumo energético, se debería contar con elementos de generación de electricidad (y con ello de hidrógeno) en gran cantidad y de coste asumible, de forma segura, limpia y eficiente. También sería necesario configurar una red de distribución mallada eficiente y segura que podría estar basada en los nuevos materiales superconductores. El hidrógeno producido en masa y por tanto de bajo coste podría ser el combustible de centrales térmicas de apoyo y de ciclo, adaptando la producción a la demanda horaria y estacional.

La fusión nuclear, actualmente en estudio en las instalaciones del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), en Caradache (Francia), con la colaboración de decenas de laboratorios de todo el mundo, se espera acabe dando respuesta definitiva a la necesidad global de energía. No obstante, dentro de este siglo, el único medio que puede ofrecer esta solución, es la central nuclear de fisión para la producción eléctrica.

Los motores de fisión han evolucionado de forma espectacular tanto en su rendimiento como en su seguridad y eficiencia. Las centrales diseñadas en el siglo XXI incorporan mejoras enormes respecto a las de segunda (y por supuesto primera) generación. El conocimiento actual tanto de los procesos de producción del combustible atómico como de la gestión, tratamiento y depósito de su residuo e incluso de su reciclaje, debería alejar viejos tópicos y fantasmas, incongruentes con la actual realidad. No podemos fijar la fiabilidad de la bombilla eléctrica en el filamento de carbono. Enfocamos el Led como tecnología de inmediato futuro y no se cuestiona la iluminación como bien. Lo mismo que se deberían establecer las condiciones para un cambio de medio en la iluminación de forma progresiva y exponencial, las centrales nucleares necesitan de un plan “renove” y de expansión imprescindible. La considerable inversión que significa la construcción de una nueva central de tercera generación no debería amedrentar las fuerzas financieras ni políticas. Su rentabilidad será finalmente incuestionable, ya las centrales nucleares deberán aportar hasta el 80% de la energía consumible en el mundo.

La generación hidráulica, eólica, fotovoltaica, mareomotriz, y cualquier otra que coprodujera energía eléctrica de forma limpia, adecuada y eficiente, debería formar parte del “mix” de generación. El equilibrio debería estar basado en la eficiencia, la limpieza y la rentabilidad de cada uno de estos sistemas. Sin trampas, sin verdades a medias, sin subvenciones infinitas ni ocultas.

Debería erradicarse en su totalidad cualquier sistema de generación eléctrica basada en la combustión de hidrocarburos y otros combustibles carbónicos. Deberíamos dejar atrás definitivamente la Era del Carbón. Con la misma radicalidad deberían convertirse a eléctricos todos los elementos de consumo energético estáticos tanto industriales como del hogar. La tasa de emisiones se reduciría a su mínimo absoluto y la dependencia se diluiría. El precio del mercado de uranio ronda actualmente los 100 dólares por tonelada, cuando el petróleo se acerca a los 100 dólares el barril. El potencial energético de un mismo valor monetario es totalmente dispar. Se deberían multiplicar las prospecciones de uranio y con toda seguridad, aumentaría el número de estados productores de uranio. El precio del mineral de uranio tiene un largo recorrido por hacer, ya que contribuye mínimamente en el escandallo del kilowatio producido por una central termo nuclear.

Las centrales nucleares de tercera generación son ya una realidad. ¿Para cuando el despertar de este sueño utópico que nos ha colocado en lugar mundial relevante en cuanto a coste de unidad energética producida y dependencia del petróleo? Seguir emitiendo millones de toneladas de CO2 quemando hidrocarburos, obligadamente importados, a nuestra atmósfera, parece la forma menos racional de ocultar la gravedad de esta cuestión. Por otra parte las centrales nucleares cuyo circuito principal no incorpore un sistema autónomo de apagado y refrigeración en caso de incidente técnico, accidente o desastre natural, deberían ser substituidas a corto plazo.

La población mundial debiera asumir el nivel de riesgo que comporta cada uno de los sistemas inventados y usados por el hombre y actuar en consecuencia mediante la inversión en renovación tecnológica y seguridad. El debate sensato y realista de la asunción de riesgos calculados debería formar parte de la cultura tecno-consumista y global de nuestra sociedad.

La problemática no es local; las soluciones tampoco pueden serlo. El desmantelamiento de viejas centrales nucleares para construir en lugar adecuado renovadas instalaciones más eficientes y seguras, debería estar en la primera línea del interés general global. El estudio de la ubicación a nivel mundial de las centrales y los almacenes de residuos en las zonas más estables y menos vulnerables de la corteza terrestre debería estar debatiéndose en la ONU para conciliar eficiencia con seguridad a nivel mundial.

El coste del transporte y distribución de la energía es el talón de Aquiles de este planteamiento ideal. Las naciones deberían ser transportadores neutros y transparentes, altamente eficientes mediante redes interconectadas de superconductores de muy alta tensión. El esquema energético debe dejar de ser considerado una problemática local a ser resuelto por cada nación. Nuestra sociedad global y nuestra cultura se han desarrollado gracias a una creciente disponibilidad de energía per cápita y año. Si no queremos retroceder y deseamos seguir expandiendo el bienestar hasta los últimos confines del planeta, debemos encontrar el sistema que permita que mayor cantidad de energía esté disponible para cada vez mayor número de personas.

La disponibilidad de energía es la mayor garantía de progreso, por encima de conceptos comúnmente utilizados y considerados políticamente correctos. Con energía puede obtenerse agua potable, puede fluir la información, el conocimiento, y puede expandirse el bienestar. La necesaria distribución abarcando la población mundial, solo puede encauzarse mediante un incremento exponencial en la producción de energía y la estructuración de un sistema eficiente de transporte. El actual estado de remilgo cuando no de sombrío oscurantismo o de idealizada simpleza no favorece el análisis profundo de los problemas y el crudo enfoque de soluciones. Tampoco se establecen las condiciones para un, tan fuerte como necesario, desarrollo tecnológico para la obtención de resultados a corto o medio plazo. Se vierten miles de millones de euros en el vacío de palabras y consignas sin mayor recorrido que el parche y el remiendo que permitan llegar a las próximas elecciones.

En algún momento de un futuro no tan lejano, los votos sin duda castigarán a los que hoy no permiten debatir y enfocar la solución de un grave problema que es de todos, tanto del momento actual como de mañana.

Roger Sangenis i Bermejo
6 de Setiembre de 2004